LA CARGA HORMONAL
Conviene saber también que la leche contiene aproximadamente 59 tipos diferentes de hormonas -pituitarias, esteroideas, adrenales, sexuales, etc.- siendo las más importantes las hormonas del crecimiento cuya acción, unidas a la riqueza proteica de la leche de vaca, hacen posible el rápido crecimiento de los terneros de forma que en breve plazo llegan a doblar su peso. Y es evidente que los humanos no tenemos precisamente esa necesidad. Además niveles elevados de esa hormona, unidos a otros tóxicos, se consideran hoy causa de la aparición de diversas enfermedades degenerativas.
Hay que añadir a ese respecto que resulta kafkiano tener que reseñar que ya en 1994 la Food and Drug Administration (FDA) -es decir, la agencia del medicamento norteamericana- aprobó que la compañía Monsanto usara la Hormona Recombinante de Crecimiento Bovino (rBGH) -también conocida como bovine somatotropin o rbST- para aumentar la producción de leche en las vacas entre un 10 y un 25%. Porque según se publicó en The Ecologist en 1998 "el uso de rBGH incrementa los niveles de otra hormona proteica -el factor de crecimiento 1 tipo insulina (IGF-1)- en la leche de las vacas. Y dado que el IGF-1 es activo en los humanos -causando que las células se dividan- algunos científicos piensan que una ingesta de leche tratada con altos niveles de rBGH podría dar paso a la división y crecimiento incontrolados de células en los humanos. En otras palabras: cáncer". De hecho son tantos los peligros potenciales de esa hormona que su uso está prohibido actualmente en Canadá y la Unión Europea así como en otros países.
La profesora Jane Plant, que es autora del libro Your life in your hands (Tu vida en tus manos), explica en él que el IGF-1 es además especialmente activo durante la pubertad y el embarazo. En el caso de las niñas púberes, esta hormona estimula el tejido de la mama para que crezca. Y durante el embarazo ensancha los tejidos mamarios y los conductos de la leche materna para favorecer la lactancia. Agregando con rotundidad:
"Niveles altos de esta hormona incrementan hasta tres veces el riesgo de padecer cáncer de mama o de próstata por parte de quienes consumen tanto la leche como la carne de las vacas lecheras. Y en contra de la afirmación de que la pasteurización la destruye entiendo que la caseína evita que eso ocurra y que la homogeneización facilita que la IGF-1 alcance el torrente sanguíneo. Asimismo, los propios estrógenos que se añaden a la leche bovina son otro de los factores que estimulan la expresión nociva de esta hormona y que, indirectamente, acaban provocando la aparición de tumores".
El nexo de unión entre el cáncer y las hormonas dietéticas - estrógeno particularmente - ha sido una fuente de gran preocupación entre científicos, dijo Ganmaa. Los estrógenos naturales son hasta 100.000 veces más potentes que sus homólogos ambientales, tales como los compuestos parecidos a los estrógenos de los pesticidas.
" Entre las rutas de exposición humana a los estrógenos, nos preocupa especialmente los de la leche de vaca, que contiene considerables cantidades de hormonas de sexo femenino, " Ganmaa dijo a su audiencia. Los lácteos, agregó, son culpables desde el 60 por ciento hasta el 80 por ciento de los estrógenos consumidos.
Parte del problema parece ser que la leche de las granjas lecheras modernas, donde las vacas se ordeñan cerca de 300 días al año. Durante mucho de ese tiempo, las vacas están embarazadas. Cuanto más avanzado es el embarazo de una vaca, más hormonas aparecen en su leche. La leche de una vaca en la última etapa del embarazo contiene hasta 33 veces más de un compuesto del estrógeno (sulfato de estrona) que la leche de una vaca no embarazada. En un estudio de leche actual en Japón, Ganmaa encontró que contenía 10 veces más de progesterona, otra hormona, que la leche cruda de Mongolia. En sociedades de rebaños tradicionales como Mongolia, las vacas se ordeñan para consumo humano solamente cinco meses al año, dijo Ganmaa, y, si está embarazada, solamente se ordeña al principio del embarazo. Por lo tanto, los niveles de hormonas en la leche son mucho más bajos.
" La leche que bebemos hoy es absolutamente diferente de la leche que nuestros antepasados bebieron” sin daño evidente durante 2.000 años, ella dijo. " La leche que bebemos hoy puede no ser un alimento perfecto de la naturaleza."
Estudios anteriores confirman la hipótesis de Ganmaa de que el consumo de lácteos aumenta el riesgo de algunos cánceres. Un estudio comparó los ratios de dieta y de cáncer en 42 condados. Demostró que el consumo de leche y de queso está relacionada fuertemente con la incidencia del cáncer testicular entre las edades de 20 a 39 años en los hombres. Los ratios eran más altos en lugares como Suiza y Dinamarca, donde el queso es un alimento nacional, y de los más bajos en Argelia y otros países donde los lácteos no se consume tan extensamente.
Los ratios de cáncer ligados a los lácteos pueden cambiar rápidamente, dijo Ganmaa. En los últimos 50 años en Japón, dijo, los índices de incremento de consumo de lácteos están relacionados con el incremento del índice de mortalidad por cáncer de próstata - de casi cero por cada 100.000 hace cinco décadas al 7 por 100.000 hoy.
La mantequilla, la carne, los huevos, la leche, y el queso están implicados en índices más altos de cánceres hormono-dependientes en general, dijo. EL cáncer de mama se ha ligado particularmente al consumo de leche y de queso.
En otro estudio, las ratas alimentadas con leche, mostraban una incidencia más alta de cáncer y desarrollan un número más elevado de tumores que las que bebían agua, dijo Ganmaa. Ella y sus colegas de Harvard han dirigido ya dos estudios piloto. Uno comparó los niveles de hormonas y de factores de crecimiento en la leche Americana (entera, entero-orgánica, leche desnatada, y leche UHT - altísima temperatura - leche) con la leche de Mongolia. Los niveles eran muy bajos en ambas leches: en la americana desnatada y la de Mongolia. Otro estudio piloto estudió los niños de tercer grado de Mongolia. Después de un mes, los niveles de hormona se elevaron entre los niños mongoles alimentados con leche comercial de los E.E.U.U.